sábado, 21 de abril de 2007

PAPÁ HUMALA


Para los estudiantes de LIBRE MERCADO el 15 de abril del presente no era una noche como otras, era una noche donde se dialogaría sobre la tesis del célebre sociólogo y filósofo alemán del siglo XX, Max Weber, sobre el espíritu del capitalismo que pese al tiempo transcurrido aún mantiene vigencia en la filosofía liberal.
El expositor de esa noche mi compañero de estudios Franz Max, lucia muy tranquilo, poco a poco llegaron los interesados (previa inscripción por Internet) para participar en el anunciado coloquio, me encargué de contarlos, pues mi trabajo (tarea) consistía en recepcionarlos, entre ellos figuraba el agregado político de la embajada de EEUU en el Perú David Brooks, así como el señor Isaac Humala del partido nacionalista peruano. Después de la brillante exposición de mi compañero Franz comenzó el coloquio entre todos los presentes, paralelo a mi trabajo (tarea) de tomar las fotos del evento me propuse escuchar cada intervención.
Era interesante, de buen nivel todas las intervenciones pero lo que me llamó la atención fue la intervención del señor Humala…estaba frente a mí aquel señor “ideólogo” de los Humala, podría decir el principal responsable del movimiento nacionalista:
“Estamos acá muchos cobrizos,…”
“Deberíamos leer los comentarios reales…”
“Somos una generación de descerebrados…por culpa de los blancos…”
“Acá sólo hay dos gringos…”
“lamento aguarles la fiesta…”
“No conocemos nuestra verdadera historia…”
Después de su intervención me pregunté: ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos libertad de expresión?, no me imaginé la respuesta.
Después de aquella noche, una de mis profesoras me dijo: “Le diste mucha importancia al señor Humala, le tomaste muchas fotos” si, le di importancia, era el antagónico de esa noche con sus ideas (quizá equivocadas y cuestionables, el caso lo amerita) pero le dio razón a mi ideal de porqué seguir creyendo en la libertad, de seguir creyendo en la vida y no en la imposición, ni en la prohibición, ni planificación de alguien (gobierno) sobre tu vida.
Max Weber, hizo un acercamiento a la conducta del pueblo “protestante” (no católico) frente al trabajo, al capitalismo y como esa forma de ver su responsabilidad frente a la prosperidad tenía su base en considerar la SOBERANÍA DE DIOS.
El Autor no presenta como un ejemplo a seguir esa doctrina de vida cristina, pero es importante resaltar que ese pueblo “protestante calvinista, metodista, pietistas, cuaqueros, anabaptistas”, impulsó promovió entre sus miembros los principios morales y éticos de una de las naciones que hoy en día es muy próspera y rica.

martes, 17 de abril de 2007

SOCIALISMO CRISTIANO


Consejo de Dios a las Naciones:

SOCIALISMO CRISTIANO


Alberto Mansueti


Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, el Imperio Soviético quebró. En su colapso, el sovietismo arrastró al leninismo como fundamento del socialismo, y al marxismo también. Salió el socialismo en busca de otro fundamento; y tornó al populismo, ecologismo, feminismo, indigenismo, patriotismo y militarismo, la Nueva Era y otros ismos de moda como el posmodernismo. Y a la interpretación socialista romántica del cristianismo, destacadamente. Así el socialismo volvió a ser “cristiano” -como en el s. XIX- cerrando su paréntesis marxista o supuestamente “científico”; y regresó a su modo utópico.

El socialismo cristiano ha estado presente en todas las denominaciones e iglesias cristianas profesantes. En los ss. XIII y XIV los franciscanos radicales “espirituales” (“fraticelli”) exaltaron la pobreza y negaron la propiedad privada, condenando la riqueza y por ende el comercio y las actividades económicas que la producen. Sus doctrinas fueron condenadas por los Superiores de la Orden Franciscana y los Papas Gregorio IX y Juan XXII. En el s. XIX destacaron los socialistas cristianos Frederick Maurice y John Ludlow. Y también el famoso novelista Charles Kingsley (1819 - 1875), Arzobispo de Canterbury y autor del libro “Socialismo Cristiano”. Y en el s. XX surgió la muy publicitada Teología de la Liberación latinoamericana: Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann, Clovis y Leonardo Boff, Ernesto Cardenal, Pedro Casaldáliga, Juan Luis Segundo, Enrique Dussel, Jon Sobrino y muchos otros.

La Teología de la Liberación hace estragos en todas las iglesias cristianas, y no sólo en la Iglesia Católica. Confunde el Reino de Dios con el Estado Socialista, la Salvación eterna con la revolución marxista, la guerra espiritual con la lucha de clases, y la comunión de los santos con el internacionalismo proletario. Es caso similar al de los estatistas islámicos que confunden la “Jihad” -esfuerzo intenso dentro del alma de cada quien, lucha interior del hombre contra sus propias inclinaciones pecaminosas- con la “Guerra Santa” contra Israel, EEUU y sus aliados.

El Socialismo Cristiano manipula la religión con fines políticos; es una desviación doctrinaria del cristianismo histórico universal y trinitario, una herejía, como lo fueron en su hora el Gnosticismo (por cierto hoy de vuelta con la Nueva Era), el Arrianismo, el Docetismo, el Ebionismo, el Montanismo, el Maniqueísmo, el Pelagianismo, herejías que en su hora fueron anatematizadas -o sea denunciadas como tales- por la mayor parte de los primeros escritores, iglesias y concilios cristianos de Oriente y Occidente, y a lo largo de la Edad Media.

Maestro Bíblico


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HEREJÍAS

Consejo de Dios a las Naciones:

HEREJÍAS
Alberto Mansueti


El odio al comercio, al mercado y a la economía libre -y a la propiedad privada- proviene del odio a la riqueza, y de la exaltación de la pobreza como algo bueno, moral y deseable, ideas muy presentes en casi todas las herejías cristianas -a través de 20 siglos-, cualquiera sean sus opiniones teológicas, por demás variadas.

Ya en el s. I p. ej. se enfrentaron ebionitas y docetistas. Los primeros negaron la divinidad de Cristo y los segundos su humanidad; pero ambas sectas compartían un falso espiritualismo que veía la materia como mala y demoníaca, despreciando lo relacionado con este mundo de cosas sensibles y tangibles. Este pesimismo es típico del gnosticismo, una multiforme y recurrente herejía -también lo es para el judaísmo- que no atribuye a Dios la creación de “este mundo material ruin e indigno” sino al Demiurgo, un espíritu intermedio particularmente malvado.

Las herejías que odian la riqueza son asimismo enemigas de “la carne”, actitud típica del gnosticismo extremo, filosóficamente platónico, y contrario a la actividad económica pero también al matrimonio y a la familia, e incluso a la procreación. ¿Qué recomendaron los maestros gnósticos sobre sexo? Algunos la represión de nuestro “impulso animal” y el ascetismo; y otros lo contrario: ¡su “liberación” y el antinomianismo más radical! Ambas “soluciones” morales se oponen, pero son igualmente contrarias a la institución familiar, sin la cual no hay economía sana. La tendencia gnóstica -visible también en el cerrado elitismo de sus adeptos- se hizo sentir en influyentes herejías posteriores como el montanismo, el encratismo, el marcionismo, el maniqueísmo y el catarismo, que desde la Edad Media impulsaron movimientos radicales por la comunidad de bienes, las confiscaciones a los ricos, y las revueltas políticas y eclesiásticas incluso violentas. Se basaban en lecturas comunistas de los Evangelios, y en un “fideísmo” irracionalista y contrario a la filosofía e incluso a la ciencia, actitudes comunes entre los franciscanos, y durante la Reforma y guerras religiosas, y hoy en el pentecostalismo de izquierda.

Hubo herejías importantes sin fondo gnóstico, como el arrianismo (ss. III y IV), que sin embargo acudió a la intervención del Estado en su defensa (como el galicanismo en el s. XVII). Y el pelagianismo (ss. IV y V), con una visión no pesimista sino demasiado optimista del hombre y la naturaleza humana, desenfatizando la tremenda y trágica realidad del pecado, y la consiguiente necesidad de Dios, y de su Ley y de su Gracia. Y enfatizando en cambio la posibilidad de una perfección humana casi sin límites, por donde los antiguos herejes pelagianos (como los modernistas y progresistas en el s. XIX) anticiparon a nuestros ingenieros sociales y planificadores gubernamentales.

Sin embargo el amor a la verdad y a las libertades económicas subsistieron en Occidente, en parte gracias a que la Iglesia Católica y después muchas Protestantes condenaron valientemente estas herejías, muchas por supuesto muy populares. Pero hoy, tras el colapso del materialismo marxista, el socialismo vuelve a sus raíces “cristianas”.


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Maestro Bíblico

CALCEDONIA

Consejo de Dios a las Naciones:


Alberto Mansueti


El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico (universal), en esa ciudad de Asia Menor, en el año 451 d.C. Fue el cuarto de los concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones son desde entonces reconocidas en Oriente y Occidente. Su importancia trasciende el marco religioso, y alcanza de lleno a la política: el Credo de Calcedonia es la carta fundamental de la Libertad humana. Y es aceptado por todo el conjunto de la Cristiandad: ortodoxos, católicos, protestantes y evangélicos.

El Concilio consagró la doctrina que describe a Jesucristo como plenamente Dios y plenamente hombre, Dios cercano y no lejano, Dios encarnado, “hecho carne” (Jn. 1). Sólo de esta forma puede ser Nuestro Salvador (mío y tuyo) asumiendo nuestra Redención.

En Calcedonia se definió a Jesucristo con dos naturalezas, divina y humana, en una sola y misma persona. Por primera vez se usó el término griego “prosopon” -que significa máscara- para referirse a una persona como hoy conocemos el término.

Así comienza la definición cristológica de Calcedonia:
“Por tanto, siguiendo a los Santos Padres, en un solo acuerdo enseñamos a los hombres a reconocer a uno y al mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, del todo completo en divinidad y completo en humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre” …

Esta fórmula impugna con éxito y rotundamente toda falsa demanda de divinidad por parte de cualquier institución humana: estado, iglesia, culto, escuela filosófica, gobierno, democracia, mayoría, colectivo o asamblea humana no son Dios. Solo Cristo es Dios y hombre, único vínculo entre el Cielo y la tierra. Más nadie. No hay otro.

De Calcedonia en adelante es prohibido el endiosamiento de instancia humana alguna. Es prohibido el poder ilimitado. De la definición se sigue que todo poder humano es derivado y limitado. Sólo Cristo puede anunciar que “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. (Mat. 28:18). No el Estado. El credo calcedónico es el fundamento de la libertad porque establece límites en todas las instituciones humanas de autoridad, reconociendo la validez de las demandas del único que es la fuente de toda autoridad y por tanto de la verdadera libertad humana.

Escribió el Apóstol Pablo a los cristianos de la provincia romana de Galacia: (Gal. 5:1):
“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por tanto, mantenganse Uds. firmes en esa libertad, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.”

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EL DILEMA DEL PARÁSITO

Consejo de Dios a las Naciones:

EL DILEMA DEL PARÁSITO

Alberto Mansueti


Desde el s. XIX la gente llama “capitalismo” al régimen constitucional de propiedad privada, mercados libres y Gobierno limitado, que la Biblia aconseja como parte del Reino de Dios en la tierra; y por ello tan sana recomendación es un capítulo del “Consejo de Dios a las Naciones”, que los cristianos obedientes llamamos “Teonomía” (normas de Dios). Es el sistema de preceptos bíblicos sobre buen gobierno en la esfera pública y en las privadas. O sea en el Estado; y en todos los espacios privados, que deben mantenerse separados del Estado, y que son: los negocios y las empresas (“Mayordomía”); la familia; la escuela; y la Iglesia.

Las de Dios son las normas que conducen a la vida; y por eso hay que obedecerlas: “Elige pues la vida.” (Deut. 28). El socialismo en cambio es un sistema antibíblico y anticristiano, aunque pregonado por los cristianos rebeldes. Mal camino toman las naciones que lo escogen, porque lleva a la muerte. El capitalismo en cambio es vital, porque permite trabajar y crear riqueza en abundancia, mientras que el socialismo sólo la consume y la destruye, y es por eso mortal, porque es un parásito, una enfermedad. El capitalismo no necesita del socialismo, como el organismo enfermo no necesita del parásito; pero el socialismo sí del capitalismo, como el parásito necesita del organismo vivo. (Los asaltantes de bancos también necesitan de los bancos; no los bancos de los asaltantes).

El capitalismo es el sistema económico natural propio de la gente que subsiste y progresa gracias a los mercados, los empresarios, y a la acumulación y reproducción de capital, creando abundancia de bienes y servicios, de riqueza y de empleos productivos, y de ingresos privados. Un régimen socialista es un parásito enquistado en el cuerpo social, que ofende y agrede al capitalismo, le obstaculiza, y le impide funcionar con eficiencia. Y puede matarlo, pero no le conviene, porque vive de las confiscaciones que le hace por distintos medios: estatizaciones, inflación de dinero-papel, aranceles, “derechos” y licencias, sobornos, impuestos y multas. Todo régimen socialista enfrenta siempre el dilema del parásito. 1) Sataniza, difama y acosa a los empresarios y productores capitalistas, para desacreditarlos ante la opinión pública, y de esa forma quitarles impunemente un enorme botín. 2) Pero al mismo tiempo no pueden liquidar del todo al capitalismo, porque si le matan, ellos también mueren.

Hasta ahora el Presidente Chávez ha resuelto exitosamente el dilema, mediante la hábil combinación de un discurso ultra-radical, y a la vez unas acciones no tan radicales; que de paso le sirve el primero para enardecer e ilusionar a sus fieles, y la mezcla con las segundas para confundir a sus opositores. Su extraordinaria intuición le ha descubierto esa fórmula, que le funciona, dada la crasa ignorancia y torpe ceguera de los políticos de oposición, y dirigentes empresariales, académicos y cristianos en Venezuela; y por eso él sigue en esa línea. Y seguirá por muchos años, en tanto esos factores mencionados sigan sin ver la realidad, sin atreverse a tomar la vía del capitalismo.

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Maestro Bíblico