lunes, 31 de marzo de 2008

La única salida de la pobreza

Entre dichos y diretes La única salida de la pobreza
Presentación del Dr. Santiago Gangotena, en la reunión sobre minería durante la Semana de Canadá, en la Universidad San Francisco el 20 de febrero de 2008.
Los dichos comunes de un pueblo definen las conductas del mismo de una manera simple y seguramente no muy apreciada por los intelectualoides. El perro del hortelano es un dicho español de origen lejano, implica que hay ciertas personas que son como este can que protege las hortalizas del campesino para que nadie las recoja pero tampoco el perro se las come, por lo cual ellas terminan en tierra sin beneficiar a nadie.
Latinoamérica vive dos formas de ser, en términos muy generales: es una región que se basa en actitudes y reglamentos dignos de los tiempos coloniales y tiene un pequeño sector que agrupa a personas preparadas para retos del siglo XXI, muchos de los cuales finalmente emigran. El mismo hecho de llamar a una parte del mundo como desarrollada o primer mundo implica que hay otro donde se vive bajo as reglas de la colonia. Los dirigentes de estos países son de igual manera personas que reflejan la actitud y conducta de un pueblo con mentalidad colonial o mentalidad de la pobreza.
El Ecuador no es una excepción de la visión retrógrada del crecimiento, un país que se ha escondido del mundanal ruido y sólo empieza a considerarse parte del mundo a fines del siglo XX. Esta nueva visión podría ser la causa de la migración de un 5% de los 13 millones de habitantes hacia países con más libertad, pues no huyen a Venezuela, Cuba, China, Rusia o Corea del Norte. La falta de visión nos coloca como un país subdesarrollado en el consorcio de naciones, con índices internacionales muy altos en ignorancia, corrupción y violencia. Sólo otro país le quita el primer puesto en falta de seguridad jurídica y corrupción, Venezuela. El riesgo país está alrededor de 650 puntos y el de libertad económica es la de un país "mostly unfree" o "mayormente no libre", entre Nigeria y Azerbaijan: puesto 106 de 157 países. Venezuela siendo el país petrolero más grande de las Américas es el menos libre de América latina puesto 148, en peores condiciones que Haití, que ocupa el puesto 138. Por lo cual podemos decir con el aplomo que conlleva un dato verdadero, que el país no tiene la posibilidad de crecer. Es un hecho irrefutable que la libertad económica está íntimamente relacionada con un despegue económico. Por ejemplo, "un crecimiento del 10% en libertad económica produce un crecimiento promedio del Producto Interno Bruto de 7,4 % al 13,6%". Así, con total certeza podemos estar segurísimos, pues, que la pobreza es el futuro del Ecuador. Dentro de este marco de pobreza, la Minería se conjuga en dos dichos, el español y el criollo que dicen: "el perro del hortelano no come ni deja comer" y aquel que digo yo: "Ecuador país de pordioseros con escopeta, sentados en silla de oro". Las obras, ya sean propiciadas por el mal denominado Estado y correctamente denominado como gobierno, sufren de la permanente psicosis del chantaje de la masa que nació dentro de la consigna religiosa de que el reino de los cielos es para los pobres, psicosis digo, pues por otro lado trabaja para ganar dinero, el cual le usa para cambiar por bienes que necesita o desea.
Es así que la masa, en su crasa ignorancia no sabe si hacerse rico o quedarse pobre, no sabe si chantajear para: su seguridad material e irse al infierno o para su pobreza espiritual e irse al cielo. Tontera que nos convierte en perros del hortelano, que no comen ni dejan comer. Pero por otro lado el gobierno, representante democrático del pueblo también vive en psicosis existencial, pues no sabe si convertirse en perro del hortelano y no comer ni dejar comer o convertirse en perro rabioso que se calma con un jugoso hueso extranjero. Podemos igualmente deducir que "the rule of law" o la seguridad que tiene el ciudadano de que el Estado no se extralimite en su poder coartando su libertad a través de la ley es inexistente, comenzando con el hecho histórico de que los gobernantes optaron por devaluar la moneda de forma continua desde el comienzo de la dictadura de la masa, la democracia que ha regido al país desde 1980. Las devaluaciones fueron un ataque a los derechos sobre propiedad de los ciudadanos.
El dinero en que ellos basan su economía familiar pierde su valor por la decisión inmoral de los gobernantes. Esto es más obvio cuando son gobiernos despóticos que hacen caso omiso del derecho de la propiedad y expolian a los ciudadanos con el pretexto de impulsar el desarrollo, El dicho casi cultural utilizado por los gobernantes era y es: "tenemos que hacer al país más competitivo". Dicho que se convirtió en hecho para empobrecer a la masa ignorante y que curiosamente juntó a las mafias políticas virtuales de izquierda y derecha. Recalquemos pues, que la democracia no es ninguna garantía para que exista seguridad jurídica. A este panorama debemos añadir que el Ecuador es un país con poca transparencia fiscal, los contratos se cocinan para el beneficio de los gobernantes y sus secuaces. Hay poca diferencia: las familias con la Cosa Nostra se juntan, en la lengua de los dichos, coyunturalmente, para que en arca abierta los justos pequen. El país ocupa el puesto 138 de 156 según Transparencia Internacional y le cuesta $177 a cada familia en coimas de acuerdo a un estudio hecho (por acaso) por una empresa local. En este análisis de la realidad nacional cabe otro dicho: el papel aguanta todo. Esto sí, nos diferencia con la Cosa Nostra, donde la palabra del capo es la ley, un contrato es un contrato. En el Ecuador y en la mayoría de países de lo que se denomina el Tercer Mundo, un papel escrito no es más que eso: un papel con tinta y su valor depende del estómago del gobernante de turno. Este mes supimos que los bienes del país medalla de oro en corrupción, inseguridad jurídica y violencia serán embargados hasta 12 mil millones de dólares en el Reino Unido y Holanda y es obvio que el Ecuador se encuentra en una insegura situación ante las cortes internacionales. Y terminemos con otro direte común: "si es extranjero es bueno", dicho no por extranjeros sino por los propios paisanos. El valor de este dicho es digno de consideración, nos dice que los ecuatorianos apreciamos lo extranjero.
Una realidad que permitió a gran escala controlar la prepotencia del gobierno o la falta de ética soberana del Estado es haber insertado una realidad extranjera, el dólar. Es decir, fue la introducción foránea la que paró la inmoralidad nativa. Así mismo, son las cortes internacionales a las que se tiene que recurrir en los contratos para establecer la "rule of law", es decir, lo extranjero sí ha sido bueno. Pero nos falta anotar otra idiosincrasia para la cual no tengo un dicho ni direte, la hoy tan comentada "responsabilidad social de la empresa". En general, sin referirnos específicamente a la minería, la responsabilidad social que tiene una empresa es producir el mejor producto. Si lo hace mal, quiebra. La otra responsabilidad es pagar lo mejor que pueda a sus empleados pues si no los pierde a la competencia, esto es, asumiendo que no existan monopolios que hagan desaparecer la competencia, que aquí son permitidos por acuerdos bilaterales entre el gobierno y la Cosa Nostra.
Si la empresa pierde a sus empleados, quiebra. Pero el verbo quebrar no es parte del lenguaje de aquellos políticos que nunca han arriesgado su vida y la de sus descendientes para iniciar una empresa y tener que pagar empleados, además de los impuestos para engordar a los políticos de turno y a sus siervos los burócratas y, por supuesto, pagar ese tan importante derivado petrolífero, "el aceite", ingrediente característico de toda burocracia. La responsabilidad social de la empresa minera tiene un tercer ingrediente que es hacer el menor daño a la naturaleza. En pocas palabras, las millonarias empresas del chantaje ecológico prácticamente deben desaparecer, pues este nuevo ingrediente de cuidado de la naturaleza se ha logrado gracias a los avances de la ciencia y tecnología. Es casi seguro decir que los daños causados son controlables, no así aquellos catastróficos producidos por la naturaleza misma que convierten a los del hombre en niñerías. ¿Cómo logramos entonces romper esta situación sin par en el mundo desarrollado, siendo hoy en día Latinoamérica la región donde hay más explotación minera? La única solución viable es que las actividades mineras se acoplen a lo que denomino el capitalismo. En esta parte final de mi presentación añado un dicho final que escucho casi todos los días en los medios al hablar del emblema nacional, el petróleo. En contraposición de lo que dice el ciudadano presidente, el petróleo no es ya de todos pues los burócratas de antaño nos han dicho: el petróleo es de todos los ecuatorianos.
Me consta a mí y a todo ecuatoriano que la empresa nacional de petróleo es privada, por lo cual nunca hemos recibido un solo sucre, aunque deberíamos haber siempre recibido dólares, si es que el petróleo "ecuatoriano" fuese nuestro. Igual es el caso de cualquier producto del suelo. Los ciudadanos no recibimos el dinero de los productos mineros, excepto tal vez los informales de Nambija. Por supuesto, la respuesta inmediata del político vivo es: no, pero lo recibimos a través de los servicios que nos brinda el gobierno. Creo que todos en esta sala podemos comparar los servicios en un país petrolero como el Ecuador, y algún día minero, con los de un país sin esa riqueza. En el Ecuador se caracterizan por ser malos, inexistentes, pero para colmo son más caros que en el primer mundo y requieren de duplicados lo que les convierte en inmorales o sea en impuestos sobre impuestos.
Una empresa y aquellos que la forman, sus empleados y los dueños o accionistas están obligados a pagar impuesto a la renta, creado para cubrir los costos de las guerras napoleónicas y mantenido por los vivos desde el siglo XIX, pues un impuesto creado es igual a un puesto burocrático, eterno. Una empresa y el ciudadano pagamos por la construcción de la calle frente a la casa y por la vereda y su cuidado, no lo paga el municipio; por el transformador que nos lleva la luz, no lo pone gratis la empresa eléctrica y por los alambres para la transmisión de luz; y, por los tubos para el agua. ¿A dónde se fue el dinero del petróleo? Pero, aquí no termina el análisis, pues pagamos por el fluido eléctrico que llega a la casa y por el agua que recibimos. La empresa de teléfonos no paga por la instalación, la paga la empresa y el ciudadano. Pero, momento, aquí no se acaba el análisis, nosotros tenemos que contratar una planta eléctrica para cuando nos corten la luz, una cisterna para guardar el agua y filtro para limpiarla, teléfono celular para cuando el teléfono no funcione y cocina de doble servicio, eléctrica y de gas y finalmente, un abogado tramitador.
Pero encima de todo esto debemos pagar impuesto al pedazo de tierra donde vivimos y los impuestos del gobierno central al dinero que produjimos y al que vamos a dejar a nuestros hijos. Sólo una persona inmoral o falta de ética puede estar de acuerdo con este sistema, el pagar no es una aceptación sino un requerimiento para sobre vivir. ¿Cómo es posible que nadie proteste? Porque este es un país sin dignidad, de gente esclavizada por un sistema centralista y socialista. Cómo ya mencioné, el nivel de libertad económica lo define así. Hablar de capitalismo en estos países atrasados se considera un anacronismo, por no decir un pecado. Ese es el nivel de servilismo al que ha llegado el pueblo en la Mitad del Mundo. Hace algunos años presenté en CIESPAL con apoyo de la Universidad San Francisco de Quito, la idea del capitalismo popular, una redundancia, que considero como la única solución para salir del enredo tradicional definido por los varios dichos populares, pero, especialmente lo que más me preocupa es la imposibilidad de que el sector indígena encuentre una forma de salir de la pobreza. Simplemente nadie logrará cambiar su estatus en una generación, menciono el indígena porque es el más pobre. La única forma es través del capitalismo.
Para llegar a la forma de cómo hacer el cambio, debemos analizar dos puntos adicionales. El indígena es agrícola y por lo tanto con las más altas probabilidades de mantenerse pobre. Además, ha sido manipulado y aprovechado como ser político, en lugar de revindicar sus derechos como ciudadano, es decir hacerle participar como otro ser humano del Ecuador. El Ecuador tiene un nivel de pobreza relativamente alto, las ciudades más ricas son Quito y San Cristóbal, hecho que se refleja en la votación y el apoyo a sistemas fascistas o sea de izquierda, donde la libertad del individuo es mínima. El Oriente Ecuatoriano tiene un nivel de pobreza del 85% y Guayas está alrededor del 50%, es así que hoy vemos reflejadas las tendencias políticas entre los diferentes sectores. La tradición ecuatoriana ha sido centralista desde tiempos de las conquistas inca y española, con tendencia hacia la agricultura que es ineficiente por la topografía, parcelas pequeñas y la alta densidad de población. Es decir, no sólo el sector indígena sino la mayoría del pueblo ecuatoriano es, con respecto al mundo desarrollado, pobre. Dadas estas realidades, preguntémonos, ¿si usted encuentra oro en su terreno, por el cual pagó una suma y además el estado le cobra impuesto, ¿a quién debería pertenecer el oro? En la mayoría de los casos el oro pertenece al Estado y no al ciudadano. ¿Pero, sentirían ustedes que es justo que si su vecino encuentra oro, él sea el solo dueño de la mina? Y si ese oro fuese descubierto en un terreno del Estado, ¿consideran ustedes justo que se lleve el Estado? Los sociolistos dirán que sí, pues, dirán ellos: nos hará ricos a todos. Una falacia comprobada en Africa y en América latina; que tal vez ocurra en ciertos países como Canadá, pero que inclusive allí, no entra a la economía personal sino a las arcas sin fin del Estado. Dinero que es manejado no por administradores sino por los artistas del ingenio, los políticos. En una palabra noŠ hace rico a los ciudadanos. Para romper estos círculos viciados de chantaje, aprovechamiento de la ignorancia, enriquecimiento ilícito por el pueblo, los miembros del gobierno de la región y del gobierno central y los ecologistas, a costa de lo que los políticos llaman la nación (es decir de la que realmente debería pertenecer a todos), la minería a través del capitalismo es la única solución no solamente rápida sino éticamente justa. El proceso es simple, entregar la mina a los ciudadanos. Obviamente que los políticos y sus secuaces en el gobierno no lo aceptarían pues les resta poder, fama y dinero. Como dice el otro dicho español: "más pudo el interés que el amor que le tenía", el amor del político al pobre, en nuestro caso al pueblo pobre. Los actores de este sistema son: el gobierno que entrega y defiende la concesión para la explotación, la empresa minera que realiza la explotación y el pueblo entero, los ciudadanos que residen el país, sean por nacimiento o naturalización. Lo más importante de este proceso es que el gobierno no debe ser accionista. Si tal fuese el caso, los políticos empezarán a fraguar la forma de renegociar el convenio, repartir favores para conseguir poder (votos). El gobierno recibiría sólo primas por la concesión y por asegurar el contrato de concesión. El deber del gobierno será el de defender el contrato y la mina ante cualquier agresión, the rule of law. El gobierno tomará el rol único para el cual fue elegido: proteger la propiedad de los ciudadanos. La ciudadanía con acciones de la compañía impediría que el político de turno haga caso omiso de sus mandatos pues estaría expoliándola de su propiedad, lo cual causaría un estallido social, especialmente en países donde la ley no es igual para todos sino para los que mejor aceitan la máquina.
El rol de la empresa minera es explotar la mina. No es convertir en un pequeño estado al vecindario de la mina ni peor, obligarse a ser un mini gobierno que ofrece servicios a los vecinos de la mina. No existe razón moral para que entregue escuelas, clínicas, canchas de fútbol y demás, ese podría haber sido rol del gobierno. Si tal fuese el caso, entonces toda empresa debería convertirse en un pequeño principado que entrega a los vecinos los servicios que no ha entregado el gobierno. Así mismo, entonces, deberíamos obligar a la señora caramelera frente a esta Universidad a tener "responsabilidad social corporativa" y mantener la calle limpia, las veredas cortadas y pintar el cerramiento donde se recuesta y regalar caramelos a los niños en Navidad, práctica empresarial común en nuestro país. No, dirán los vagos de izquierda y los tontos de derecha, ese es el caso para los ricos solamente, como si la riqueza fuese algo absoluto y definido por un burócrata fascista. Los accionistas también podrían ser sólo los ciudadanos, quienes podrían contratar a una empresa para explotar la mina por determinado tiempo. Otro forma tendría a los ciudadanos y a la empresa minera como los únicos dueños de la mina. La proporción que reciben las partes estaría determinada en cada caso, siendo siempre todos los ciudadanos del país accionistas de la empresa. Este sistema debe extenderse a todas las empresas del gobierno, para enriquecer a los ciudadanos y no, como dicen los políticos, a los mismos de siempre. Ellos, por supuesto, son ellos mismos de siempre, quienes cambian de apellido cada dos años.
Imagínense un Ecuador donde las todas las empresas del estado actual pertenezcan a los ciudadanos. Esta situación es la moralmente correcta, que además da sentido de pertenencia a los ecuatorianos. Ellos son los dueños de su vida y de su tierra, así como sus descendientes. Nosotros seríamos los dueños a través de acciones de la empresa de teléfonos, de las que nos proveen la luz, el agua, la basura, las educativas, las de salud y las más fuertes, las mineras. En una generación seríamos dueños reales y no virtuales de nuestra tierra y sus riquezas. Su manejo no estaría a cargo de un político o uno de sus compinches sino del mejor administrador que podamos conseguir. Las ventajas del sistema son obvias. Un factor que implica pobreza es la falta de participación de la persona en el sistema capitalista, es decir en la producción de riqueza en base del mismo dinero. Por primera vez, tendríamos una casa de valores con valores. Es digno de mencionar otra idiosincrasia tan ecuatoriana, en un país tan pobre tenemos dos casas de valores que prácticamente no funcionan. Las acciones de las empresas del Estado se entregarían y negociarían a través de la casa de valores. Es de finalmente notar que la ciudadanía podría tener una mayor participación comprando acciones de la compañía al comienzo y además apoyando a la capitalización de la misma para el mejoramiento de sus activos iniciales o existentes. Los beneficios son especialmente claros para la comunidad indígena, que en lugar de luchar por su inclusión como ciudadanos con todo derecho, la viveza de los criollos (políticos) ha hecho que luchen no por la igualdad como seres humanos sino por banderas políticas y, para colmo, de izquierda de siglo XIX, dos razones que les ha mantenido al margen de la sociedad y en plenitud de pobreza. Al participar como entes financieros se convierten en personas del siglo XXI y no en socialistas de la ignorancia del siglo XXI. El traspaso de la propiedad de la petrolera, mineras y demás empresas a los ciudadanos cambiaría el paradigma, de país rico de gente pobre a país rico de gente rica.

Francisco Endara D. (pancho.endara.d@gmail.com)

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