martes, 17 de abril de 2007

CALCEDONIA

Consejo de Dios a las Naciones:


Alberto Mansueti


El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico (universal), en esa ciudad de Asia Menor, en el año 451 d.C. Fue el cuarto de los concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones son desde entonces reconocidas en Oriente y Occidente. Su importancia trasciende el marco religioso, y alcanza de lleno a la política: el Credo de Calcedonia es la carta fundamental de la Libertad humana. Y es aceptado por todo el conjunto de la Cristiandad: ortodoxos, católicos, protestantes y evangélicos.

El Concilio consagró la doctrina que describe a Jesucristo como plenamente Dios y plenamente hombre, Dios cercano y no lejano, Dios encarnado, “hecho carne” (Jn. 1). Sólo de esta forma puede ser Nuestro Salvador (mío y tuyo) asumiendo nuestra Redención.

En Calcedonia se definió a Jesucristo con dos naturalezas, divina y humana, en una sola y misma persona. Por primera vez se usó el término griego “prosopon” -que significa máscara- para referirse a una persona como hoy conocemos el término.

Así comienza la definición cristológica de Calcedonia:
“Por tanto, siguiendo a los Santos Padres, en un solo acuerdo enseñamos a los hombres a reconocer a uno y al mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, del todo completo en divinidad y completo en humanidad, verdaderamente Dios y verdaderamente hombre” …

Esta fórmula impugna con éxito y rotundamente toda falsa demanda de divinidad por parte de cualquier institución humana: estado, iglesia, culto, escuela filosófica, gobierno, democracia, mayoría, colectivo o asamblea humana no son Dios. Solo Cristo es Dios y hombre, único vínculo entre el Cielo y la tierra. Más nadie. No hay otro.

De Calcedonia en adelante es prohibido el endiosamiento de instancia humana alguna. Es prohibido el poder ilimitado. De la definición se sigue que todo poder humano es derivado y limitado. Sólo Cristo puede anunciar que “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. (Mat. 28:18). No el Estado. El credo calcedónico es el fundamento de la libertad porque establece límites en todas las instituciones humanas de autoridad, reconociendo la validez de las demandas del único que es la fuente de toda autoridad y por tanto de la verdadera libertad humana.

Escribió el Apóstol Pablo a los cristianos de la provincia romana de Galacia: (Gal. 5:1):
“Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por tanto, mantenganse Uds. firmes en esa libertad, y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.”

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Maestro Bíblico

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