martes, 17 de abril de 2007

HEREJÍAS

Consejo de Dios a las Naciones:

HEREJÍAS
Alberto Mansueti


El odio al comercio, al mercado y a la economía libre -y a la propiedad privada- proviene del odio a la riqueza, y de la exaltación de la pobreza como algo bueno, moral y deseable, ideas muy presentes en casi todas las herejías cristianas -a través de 20 siglos-, cualquiera sean sus opiniones teológicas, por demás variadas.

Ya en el s. I p. ej. se enfrentaron ebionitas y docetistas. Los primeros negaron la divinidad de Cristo y los segundos su humanidad; pero ambas sectas compartían un falso espiritualismo que veía la materia como mala y demoníaca, despreciando lo relacionado con este mundo de cosas sensibles y tangibles. Este pesimismo es típico del gnosticismo, una multiforme y recurrente herejía -también lo es para el judaísmo- que no atribuye a Dios la creación de “este mundo material ruin e indigno” sino al Demiurgo, un espíritu intermedio particularmente malvado.

Las herejías que odian la riqueza son asimismo enemigas de “la carne”, actitud típica del gnosticismo extremo, filosóficamente platónico, y contrario a la actividad económica pero también al matrimonio y a la familia, e incluso a la procreación. ¿Qué recomendaron los maestros gnósticos sobre sexo? Algunos la represión de nuestro “impulso animal” y el ascetismo; y otros lo contrario: ¡su “liberación” y el antinomianismo más radical! Ambas “soluciones” morales se oponen, pero son igualmente contrarias a la institución familiar, sin la cual no hay economía sana. La tendencia gnóstica -visible también en el cerrado elitismo de sus adeptos- se hizo sentir en influyentes herejías posteriores como el montanismo, el encratismo, el marcionismo, el maniqueísmo y el catarismo, que desde la Edad Media impulsaron movimientos radicales por la comunidad de bienes, las confiscaciones a los ricos, y las revueltas políticas y eclesiásticas incluso violentas. Se basaban en lecturas comunistas de los Evangelios, y en un “fideísmo” irracionalista y contrario a la filosofía e incluso a la ciencia, actitudes comunes entre los franciscanos, y durante la Reforma y guerras religiosas, y hoy en el pentecostalismo de izquierda.

Hubo herejías importantes sin fondo gnóstico, como el arrianismo (ss. III y IV), que sin embargo acudió a la intervención del Estado en su defensa (como el galicanismo en el s. XVII). Y el pelagianismo (ss. IV y V), con una visión no pesimista sino demasiado optimista del hombre y la naturaleza humana, desenfatizando la tremenda y trágica realidad del pecado, y la consiguiente necesidad de Dios, y de su Ley y de su Gracia. Y enfatizando en cambio la posibilidad de una perfección humana casi sin límites, por donde los antiguos herejes pelagianos (como los modernistas y progresistas en el s. XIX) anticiparon a nuestros ingenieros sociales y planificadores gubernamentales.

Sin embargo el amor a la verdad y a las libertades económicas subsistieron en Occidente, en parte gracias a que la Iglesia Católica y después muchas Protestantes condenaron valientemente estas herejías, muchas por supuesto muy populares. Pero hoy, tras el colapso del materialismo marxista, el socialismo vuelve a sus raíces “cristianas”.


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Maestro Bíblico

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