Es un tema que me preocupa como padre y que forma parte de la lucha cotidiana. Tal vez la mas importante, la mas relevante y la que obviamente, compromete mas esfuerzo.
Espero que el material sirva para reflexionar. Se agradece la difusion y bienvenido el debate al respecto.
Alberto
Espero que el material sirva para reflexionar. Se agradece la difusion y bienvenido el debate al respecto.
Alberto
La violencia es un fenómeno detestable. Genera rechazo, pero mucho más aun cuando esta se manifiesta en niños o adolescentes. Abundan en estos tiempos noticias que nos hablan de violencia infantil y escolar.
Los seres humanos solemos pretender mirar al costado cuando de responsabilidades se trata. Es por eso que para describir aberrantes hechos que ocurren a diario con el indeseable protagonismo de jóvenes y niños, se recurre a argumentos muy ingenuos que gozan de una extraña aceptación general en la sociedad.
Uno de los responsables preferidos suele ser el consumismo y la globalización. Atribuirle a fenómenos sociales y económicos, a los deseos de progreso, al interés por poseer bienes o sumarse a modas circunstanciales supone una simplificación tan burda como inexacta. Esta preferencia por usar esta línea argumental tiene que ver más bien con aquellos que juzgan todo con el cristal de la ideología que los obsesiona. Todos los problemas de la sociedad tienen estrecha relación con ello y son invariablemente la consecuencia del sistema económico que detestan, del mercado, del capitalismo y de cuanto icono simplificado pueda describir esa forma de vida que han decidido combatir.
Todos estos diagnósticos, derivan irremediablemente en exigir mas controles por parte del Estado, para que eviten la venta de bebidas alcohólicas, solicitando la profundización de la lucha contra el narcotráfico, una mayor presencia policial y un Gobierno omnipresente, preventivo y vigilante que nos garantice que estos males no nos afectaran en momento alguno.
Esta forma de razonar la vida, que se aplica a buena parte de las cosas que nos pasan a diario, busca responsables por fuera de nosotros. Pretende encontrar enemigos de gran envergadura, preferentemente intereses económicos, que amparados en su poder justificarían sus permanentes triunfos, llevando así a nuestros hijos por el mal camino.
Así las cosas, exigimos que los demás actúen por nosotros, mientras nos llenamos la boca criticando todo cuanto nos rodea. Mientras tanto no podemos explicar porque nos cuesta tanto dialogar e interpretar a esta generación de niños y adolescentes.
Somos los padres y no otros los responsables. Es la familia el ámbito donde se juega el partido. Es en los valores transmitidos y aprendidos donde se define la cuestión. Es cierto que no hay manuales para padres, que no sabemos como educar a nuestros hijos y que mucho menos existen recetas y formulas mágicas que resuelvan el asunto.
Pero tal vez si valga la pena recorrer algunos caminos mas seguros. Por superficial que parezca, el amor, el dialogo, la tolerancia, la paciencia, la comprensión absoluta y el intento por entender mas que por imponer, pueda servir como guía y orientación. Los padres, muchas veces, no sabemos como abordar a nuestros hijos. Resulta difícil establecer diálogos profundos, pero tampoco fue menos sencillo lo que les toco en suerte a nuestros padres y abuelos.
Mucho se ha hablado de la ausencia de modelos. Los códigos de los adultos se trasladan a los jóvenes irremediablemente. El tirar la pelota afuera, el desresponsabilizarnos de lo que sucede, no nos acerca a la solución del problema. Nosotros estamos convocados a ser los modelos de nuestros hijos. Nosotros y no otros. Debemos aceptar esa indelegable responsabilidad. Lo que no transmitimos con el ejemplo mal podemos exigirles. Comunicar conceptos positivos, predicar con amor, hacer un culto de la amistad, intentar ser íntegros, honestos y trabajadores es la tarea. El hombre en su esencia alberga virtudes y defectos. La labor de desarrollar las primeras y minimizar las últimas es la lucha misma por convertirnos en el ejemplo mas concreto para nuestros hijos.
Si solo transmitimos sentimientos negativos y mostramos cotidianamente lo peor de nosotros mismos, pues las consecuencias estarán a la vista.
El "ojo por ojo, diente por diente", la venganza, la revancha el rencor, el odio, la mezquindad, la envidia, la infamia, son solo una breve lista de las formas negativas de comunicarnos.
Somos la fuente de valores para nuestros hijos. La sociedad es lo que cada uno de nosotros hace en sus hogares. Tenemos la sociedad que nosotros mismos supimos construir. Cuando solo nos enfocamos en nuestras frustraciones, en los sentimientos negativos más profundos, y vomitamos odio, intolerancia, baja autoestima, abulia, malicia e indignidad, no debemos esperar otra cosa que lo que nos pasa.
No hay formulas, esta claro. Pero algo es evidente. El camino no es buscar responsables afuera. Ni la televisión, ni los gobiernos, ni la economía, ni mucho menos la globalización y los fantasmas de la droga, el alcohol y cada una de las adicciones, son suficientes para doblegar a nuestros hijos cuando ellos están llenos de amor, e inundados de padres que "trabajan" para que ellos sean mejores.
Se le atribuye a un proverbio chino esta afirmación: "Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa." Tal vez este sea el camino que debamos recorrer los padres para empezar a revertir esta historia llena de violencia escolar y juvenil. No reclamemos a otros. Empecemos por el principio.
Alberto Medina Méndez
amedinamendez@gmail.com
03783 – 15602694
Corrientes – Corrientes - Argentina

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